miércoles, 22 de mayo de 2013

GREGORIO FERNÁNDEZ

GREGORIO FERNÁNDEZ, 

IMAGINERO DE LA ESCUELA CASTELLANA

Aunque en la escultura española del XVII, como en la arquitectura, se dan grandes y muy diferenciadas personalidades, debido al carácter artesanal y un tanto gremial que aún sustentan los talleres de la escultura en este tiempo, si se puede hablar de escuelas, existiendo dos grandes escuelas: la castellana y la andaluza. Más tarde, en el siglo XVIII destacará la escuela murciana.
Las dos escuelas, castellana y andaluza, son realistas, pero existen grandes diferencias entre ellas:
-- La austeridad castellana y la dureza de la meseta forjaron una tipología de cristos y crucificados patéticos, hirientes y llagados, que exhiben en sus carnes el dramático suplicio de la pasión y de vírgenes maduras carcomidas por el dolor, con el dolor o la emoción a flor de piel. Mientras en Andalucía, la escultura es sosegada, buscando siempre la belleza correcta, con cristos apolíneos y vírgenes adolescentes.
-- La diferencia entre el patetismo castellano y la dulzura andaluza es un problema de refinamiento estético; por eso, mientras en Andalucía las imágenes son siempre bellas, en Castilla se rinde culto a lo dramático y horripilante.
-- En Castilla se abandona el oro en la policromía de las imágenes, para obtener un mayor realismo, mientras en Andalucía se sigue estofando con ese oro que matizaba los colores, dándoles una elegancia y suntuosidad muy digna.
-- La ciudad principal del foco castellano será Valladolid, ya que era casi la capital de España y porque allí había una gran tradición de escultura desde el siglo XVI (Berruguete y Juan de Juni). En Andalucía habrá dos focos: Sevilla, donde prima el carácter clásico y el amor por la belleza, y Granada, donde gusta lo pequeño y preciosista.





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