El
autor de este edificio es Manuel Reguera que en el momento de construcción del
edificio goza de prestigio porque había conseguido entrar en la Real Academia
de Bellas Artes de San Fernando. Pedro Velarde al ser consciente de la estancia
en la corte de este arquitecto y del reconocimiento decide encargarle la obra
cuya construcción se realiza entre 1765-1770. El artista intervino en el
exterior e interior y la obra ascendió a 33.000 ducados que supuso un gran
desembolso para la familia viéndose obligados a realizar un considerable
esfuerzo económico.
En
la construcción del palacio converge la propaganda del cliente y el concepto
que tenía de si mismo Manuel Reguera. Consigue autorización del propietario el
arquitecto para firmar bajo el escudo familiar con la siguiente inscripción “YNBENTA. Y CONSTA. POR MANL. REGUERA
GONZÁLEZ”. Esta firma es la afirmación de la elevada autoestima del artista
porque se considera con la capacidad de diseñar y construir frene a otros
arquitectos que recurrían al aprendizaje al estilo gremial. En este sentido
Manuel Reguera nos recuerda al arquitecto León Batista Alberti cuando define el
concepto de arquitecto dentro del Renacimiento.
El
edificio se construye sobre un solar que agranda Pedro Velarde tras varias
permutas a la vez que amplía la calle Santa Ana a costa de su parcela comprando
tres edificios situados frente al palacio para que no le quitasen luz solar
porque el viario de la ciudad histórica siempre se ha definido por ser
estrecho, quebrado y con edificación que a pesar de tener una altura limitada
impedía la entrada del aire y luz por tener amplios aleros y volados.
El
edificio tipológicamente se diferencia en poco de otros palacios. Consta de
cuatro crujías dispuestas en torno a un patio central con fachadas exteriores e
interiores. La fachada principal se construye en sillería hacia la calle
principal y los volados mixtilíneos de los balcones se trabajan de tal manera
que puedan ser exhibidos en una vía tan estrecha de por si. Sobre la puerta
principal enmarcada por dos columnas dóricas romanas y abierta a través de un
arco rebajado se yergue el vano adintelado con dos columnas jónicas que
soportan un entablamento rematado con frontón triangular. En el piso superior añade
el escudo familiar que puede definirse como un ejemplo de manifestación
artística abigarrada. La fachada está divida en tres pisos con siete vanos que
se distribuyen rítmicamente y actuando de eje de simetría la puerta de acceso y
el balcón principal. Orden, ritmo, armonía, sucesión de frontones triangulares
y circulares, son ejemplos del aire clasicista que inspira la obra. La
decoración queda reducida a las potentes columnas, a la manifestación heráldica
y a los voladizos de los balcones. En la fachada sur se sigue un esquema
similar pero menos exhibicionista que la fachada este, la norte prácticamente
ha desaparecido y solamente quedan restos de algunos vanos y la oeste se abre
hacia un callejón de San Tirso y en ella prima la regularidad y ordenación de
vanos. El hecho de labrar mejor las fachadas que se ven desde la calle
constituye un ejemplo del carácter ostentoso que tiene la ciudad histórica de
cultura cristiana, lo que se ve tiene que mostrar la posición política, social,
económica de quien vive o es titular de esa vivienda contraponiéndose al
intimismo e interiorismo de la ciudad islámica que cuida sus mejores fachadas
en los patios interiores para recrearse en ellos sus habitantes y no quienes
paseen por la ciudad; quizás a ello haya contribuido la ausencia de las calles
en el sentido que nosotros entendemos la calle.
En el interior hay un patio con columnas toscanas que sustentan arcos carpaneles y sobre este piso inferior habría un corredor cubierto con una estructura ligera y una barandilla de madera. Hacia el bloque norte aún se conserva la escalera de tipo imperial realizada en sillería y con grandes óculos en los muros de su caja.
En el interior hay un patio con columnas toscanas que sustentan arcos carpaneles y sobre este piso inferior habría un corredor cubierto con una estructura ligera y una barandilla de madera. Hacia el bloque norte aún se conserva la escalera de tipo imperial realizada en sillería y con grandes óculos en los muros de su caja.
El
hecho de construir a lo largo del siglo XVIII estos edificios en la ciudad está
relacionado con la importancia que va a tener la Junta General del Principado
de Asturias con sede en Oviedo. Las familias pudientes ligadas a la
aristocracia o a la incipiente burguesía comenzarán a construir sus residencias
en la ciudad que en la actualidad están destinadas a funciones del sector
servicios como el Museo de Bellas Artes en el palacio Velarde, el Tribunal Superior
de Justicia en los palacios de Camposagrado y Miranda-Valdecarzana-Heredia, el
RIDEA en el palacio del Conde de Toreno
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